Por Manuel Sanabria
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15 de marzo de 2022
Uno de los principales motivos de consulta en las clínicas de Fisioterapia a día de hoy suele ser el dolor localizado habitualmente en la espalda, tanto a nivel cervical como lumbar, asociado a las posturas. Además, existe la idea de que hay determinadas posturas que son más perjudiciales e incluso lesivas que otras, pudiendo generar en la persona procesos degenerativos o romperse estructuras debido a esto. La postura literalmente se ha arraigado en los pensamientos de las personas cuando se habla de dolor de espalda, hombros o cuello, provocando que se invierta mucho dinero en intentar evitar aquellas posiciones que se consideran “malas”. Pero ¿se está poniendo el punto de mira realmente en el problema de las posturas? ¿Sabemos qué es lo que sucede para que una postura genere dolor? En este artículo vamos a explicarlo. ¿Qué consideramos que es la postura? La postura se define como la relación de las posiciones de todas las articulaciones del cuerpo y su correlación entre la situación de las extremidades con respecto al tronco y viceversa. Es decir, es la posición del cuerpo con respecto al espacio que le rodea y cómo se relaciona el sujeto con ella. En la actualidad, se entiende la postura como algo estático, “correcto” o “incorrecto”, atribuyendo ciertos beneficios a la hora de mantener una “buena” postura como consecuencias de adquirir “malas” posturas a lo largo de la vida de una persona. Quizás sea necesario reconceptualizar lo que se entiende por postura. Cuando se habla de una buena postura, se dice que consiste en la alineación simétrica y proporcional de los segmentos corporales alrededor del eje de la gravedad. La postura ideal de una persona es la que no se exagera o aumenta la curva lumbar, dorsal o cervical; es decir, cuando se mantienen las curvas fisiológicas de la columna vertebral. Y por ello se recomienda hacer determinados ajustes tanto en los puestos de trabajo, hogar y a la hora de realizar actividades de la vida diaria o actividad física. Debemos de conocer y es una realidad que, a día de hoy, no existe la postura perfecta como tal o el “David” de la postura, ya que esta va a depender de muchos factores y cada organismo va a ser único. Y, además, no existen estudios sólidos que establezcan una asociación directa sobre el dolor y malas postura en todos los casos. Factores que pueden influir en la postura. Para empezar, y puede ser el más evidente, en algunos casos habrá personas que por genética y por su estructura ósea, por su esqueleto y por como son sus articulaciones tendrán una postura propia que muy difícilmente va a poder ser modificada y más en personas adultas que no están en proceso de crecimiento, y puede distar mucho en el pensamiento de un ideal de postura, apareciendo asimetrías o posiciones no habituales o “naturales”. Además, cada parte del cuerpo puede tener un mayor o menor desarrollo a nivel muscular o a nivel de acumulación de tejido adiposo (grasa), lo que puede provocar asimetrías a simple vista, pero que no sea una alteración de la postura como tal. Por otro lado, el entorno y la actividad que la persona suela realizar también va a influir y determinar qué tipos de posturas va a adquirir el organismo con el principal objetivo de adaptarse y especializarse en esas tareas o en el entorno en el que se encuentra, y poder ser así más eficiente y tener un menor gasto energético. Esto se ha visto en muchos estudios con deportistas donde la postura según la disciplina que practicaban se modifica en beneficio a mayor rendimiento, saliéndose de ese estándar de posición ideal y no suponiendo un problema para la persona o no siendo un generador de molestias y lesiones. También, como explicamos en el artículo: Posturas y emociones… Emociones y posturas, las emociones y los sentimientos pueden también condicionar nuestra postura. Se puede considerar que la postura pueda llegar a ser una somatización de lo que vamos viviendo en la vida, buenas y malas experiencias y así van teniendo su impacto a nivel emocional, y una correlación a nivel corporal. Postura y dolor: ¿realidad o mito? A día de hoy, se sigue asociando directamente determinadas posturas con cuadros específicos de dolor o síndromes. Pero ¿es real la relación que hay entre dolor y postura, o no es como habitualmente se piensa? Es cierto que en algunos casos puede estar relacionado, por ejemplo: distintos estudios han observado una cierta relación entre las cefaleas cervicogénicas y la posición de cabeza adelantada o en protracción. Pero como se señala en muchos otros estudios, no se puede establecer una relación directa entre el dolor y la postura, ya que se encuentran muchos casos sin dolor con esta postura de cabeza adelantada. Si nos vamos al dolor lumbar, sucede exactamente lo mismo. Podemos encontrar personas con dolor lumbar asociado a una hiperlordosis lumbar o a una rectificación lumbar, pero también hay casos con estas características en la postura y no presentan síntomas. Y descartando así una relación directa entre el dolor y la postura. Es interesante siempre que estas características sean valoradas y ver si son un factor contribuyente en el dolor, porque si no cambia o no provoca síntomas, no tendría sentido tratar e intentar modificar la postura y la persona estaría perdiendo el tiempo en intentar solucionar algo que no es relevante en su caso. Existe también otro problema con las posturas, tanto sea “buena” o “mala” y es la falta de movimiento que supone mantener una postura. Tenemos unos sensores llamados Acid Sensing Ion Channels o ASICS dentro de nuestros tejidos que detectan cambios en el valor de pH. Si no nos movemos, o ponemos tensión en nuestros músculos que pueden reducir el flujo sanguíneo, estos receptores pueden sentir que el tejido se vuelve más ácido y traducirlo en una sensación de incomodidad o incluso dolor. ¿Alguna vez te has sentado durante mucho tiempo en una conferencia o seminario y sentiste la necesidad de levantarse y estirarse porque te sientes un poco dolorido o conforme pasan los minutos vas variando ligeramente la postura para estar más cómodo, aunque supuestamente estés bien sentado con buen respaldo? Pues todo esto es debido a los cambios químicos que se producen en el interior del organismo por la falta de movimiento y el aumento de la acidez del cuerpo, entorno que no es bueno para nuestras células. Por ello, el cuerpo manda una respuesta de incomodidad o dolor en búsqueda de movimiento y un entorno más cómodo para funcionar. Y esto sucede con todas las posturas si se mantienen demasiado tiempo. También, al mantener una misma posición durante mucho tiempo, hay determinadas estructuras que están sometidas a un estrés mecánico mantenido como pueden ser los músculos que están en una contracción mantenida. En esta contracción, la circulación se dificulta y la musculatura comienza a fatigarse. Entonces, el cuerpo actuará generando una respuesta de dolor para salir de esa posición, que haya movimiento en la zona, los músculos “respiren” y cambie el estrés mecánico. Papel de la Ergonomía. Os podréis preguntar: “Y entonces, ¿para qué sirve la Ergonomía?” Esta se define como el conjunto de conocimientos de carácter multidisciplinar aplicados para la adecuación de los productos, sistemas y entornos artificiales a las necesidades, limitaciones y características de sus usuarios, optimizando la eficacia, seguridad y bienestar. El problema en muchas ocasiones reside que algunas medidas se hacen a raíz de visiones muy estructuralistas y mecanicistas del dolor por evidencias de hace años que relacionaban determinadas posiciones con lesiones. Pero, debemos tener en cuenta que el cuerpo humano es algo más complejo; no somos un mueble, sino un sistema en constante cambio, que se tiene que adaptar a un entorno en constante movimiento. Y aunque la higiene postural puede tener un papel importante en algunos contextos, es erróneo transmitir a todo el mundo que determinadas posiciones o actitudes van a afectar a la salud del cuerpo cuando hay evidencia más sólida que no establece una relación directa clara sobre el dolor y las posturas. Sin ir más lejos, en 2017, el investigador John L Pape y colaboradores realizaron un estudio sobre formas de rehidratar los discos intervertebrales a través de posturas y vieron que, en una posición sentada ligeramente encorvado y que se vería como una “mala” postura para los discos intervertebrales, se consideró sana en la que descansar, ya que estar 10 minutos manteniendo dicha posición, aumentó la altura de la columna lumbar, lo que se relaciona directamente con un aumento de la hidratación del disco intervertebral. ¿Esto significa que la Ergonomía se equivoca? Más bien se podría decir que algunos conceptos no están fundamentados adecuadamente, ya que hay aún mucho que investigar y la ciencia siempre está en evolución. De ahí que surjan hipótesis que se deben de ir refutando o descartando conforme pasa el tiempo para tener una visión más cercana a la realidad y no tomar como dogmas inapelables hechos no desmostrables. La Ergonomía en algunos contextos puede ser útil en búsqueda de la comodidad y bienestar de la persona a la hora de realizar una tarea. Sin embargo, posturas que se considerarían optimas y adecuadas pueden llegar a ser incómodas o incluso molestas con el paso de los minutos y por determinados factores mencionados con anterioridad. Al final, que sea una buena o una mala postura lo va a determinar la persona y el contexto en el que se exponga. Y debido a la falta de movimiento que supone mantener una postura, se tendrá que hacer modificaciones y cambios conforme pasen las horas para evitar acumular ácido en nuestro cuerpo y liberar carga en estructuras que están bajo tensión. Así que, tengamos presente y nunca olvidemos que la mejor posición siempre va a ser la que estés cómodo y que no dure mucho en el tiempo. Conclusiones. La postura no solo sirve para sostener el cuerpo, sino también como una serie de ajustes y cambios de movimientos sutiles alrededor de un punto de equilibrio central que van a permitir un mejor funcionamiento del organismo y adaptarse al entorno. Que exista una postura mala o buena, lo decidirá la persona y su contexto, no la biomecánica o la cinética. En Fisioterapia en concreto, existen los defensores de que la postura o una “mala postura” puede incrementar el riesgo de sufrir dolor de espada, incluso existen métodos que solo se basan en la corrección postural de determinados patrones aparentemente “malos”. Por otro lado, una corriente más reciente defiende que la postura no se relaciona en absoluto con el dolor de espalda, y que puedes sentarte o dormir como te apetezca, porque eso no aumentará el riesgo de sufrir molestias. Nuestra opinión es que la verdad no se encuentra en los extremos, y existen diferentes puntos de vista. Puede existir cierta relación entre la postura y el dolor en algunos casos, pero no quiere decir que sea una relación causal. Puede que el dolor altere la postura, y no al revés; la evidencia no ha podido demostrar una asociación fuerte entre postura y dolor de espalda, por ejemplo. Desde un punto de vista clínico, una postura es relevante para un paciente en particular cuando al cambiarla modificamos sus síntomas. Si no modifica los síntomas, la postura no es algo relevante en ese caso y no se debería poner demasiado esfuerzos en cambiar algo que no está afectando en el proceso de la persona. De ahí que es importante ser valorado por un buen profesional.